"Tengan cuidado ahí fuera". El sargento Eterhaus terminaba así la arenga que dirigía a sus policías en la serie Canción triste de Hill Street. Los mercados financieros no son, ni mucho menos, tan peligrosos como las calles neoyorquinas, pero el consejo de Eterhaus quizás tampoco esté de más para los inversores.
La crisis ha destapado situaciones en las que los ahorradores se han visto atrapados en productos que no entendían, que daban por seguros y recuperables en dinero en un plazo breve. El banco se los ofreció, pero que no se ajustaban a lo que buscaban, sino más bien a lo que el banco quería venderles. Un problema de falta de cultura financiera: ni el inversor fue prudente ni el banco transparente. Arañar unas décimas más de rentabilidad ha costado muy caro a algunos.
Ahí están los casos de los productos estructurados atrapados en la quiebra de Lehman Brothers, los fondos de alto riesgo afectados por el timo de Bernard Madoff o la decisión del fondo inmobiliario del Santander de congelar los reembolsos dos años. Estos ejemplos son los más conocidos, pero hay otros como el fiasco de los fondos monetarios dinámicos (fondos de renta fija a muy corto plazo que se consideraban exentos de riesgo pero que tuvieron pérdidas debido a las hipotecas basura) o las minusvalías de las últimas salidas a Bolsa.
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