Los ciclos son la constatación de que, por más que cambien los actores y el decorado, siempre se asiste a la misma representación
Uno de los hábitos más nocivos del inversor iniciado es perseguir cada noticia, cada dato, como si en él fuera a encontrar la pieza clave de un rompecabezas oculto. Se mueve, ansioso, por los laberintos del corto plazo y toma posiciones que deshace inmediatamente con la primera duda que le asalta.
Los maestría especulativa requiere informarse de lo esencial y reflexionar profunda y serenamente. Antes de valorar qué comprar o vender y a cuánto, conviene entender qué está sucediendo.
Un análisis global, a vuelapluma, prescindiendo de los sucesos diarios y de los nombres particulares, nos puede orientar de una forma tan básica e imprescindible, como alzar la vista para ubicar la posición del sol. Toda la última década podría sintetizarse en una sola impresión.
Los bancos centrales abaratan el precio del dinero hasta el límite y lo mantienen así durante un dilatado periodo de tiempo. Esto provoca una explosión alcista de todos los activos que suben un ejercicio tras otro, los individuos, en masa, espoleados por la bonanza económica y las oportunidades de negocio, empiezan a solicitar préstamos para consumo e inversión. Los bancos comerciales prestan todo cuanto tienen y más, después se apalancan y finalmente acaban persiguiendo a los clientes hasta sus propias casas ofreciéndoles nuevos créditos. Los excesos llegan a volúmenes jamás vistos, escalofriantes.
De repente se retira el dinero en circulación de forma casi absoluta, el porqué merece una reflexión a parte que ahora no es pertinente (¿les convence la explicación “subprime”?), lo esencial es que la economía se colapsa por falta de liquidez de la noche a la mañana. La realidad sale a la luz: los individuos están endeudados, las empresas sobredimensionadas y los bancos con verdaderos agujeros negros en sus balances.
Alguien grita ¡fuego! y todos quieren deshacerse de unas inversiones por las que competían unos meses antes, el problema es que no hay comprador. Los precios de los activos comienzan a caer con celeridad, a excepción del oro (hay quien sabe lo que hace), dejando a los inversores atrapados en todo tipo de productos, a las empresas sin posibilidad de reacción y a los bancos en la insolvencia. Algunos de ellos sucumben, también renombrados magnates, hoy se antojan meros fuegos artificiales.
Llega la gran recesión, los despidos, los impagos, los embargos, las quiebras, se anuncia el fin del sistema si no se acude al rescate del sector financiero. Los Estados dan un paso al frente y se lanzan al salvamento, primero con cantidades importantes, después colosales, finalmente asombrosas cuando no inexplicables.
Las entidades financieras se van recomponiendo con el maná público, sobre todo unas pocas elegidas, pero siguen sin ofrecer liquidez, a pesar de que los tipos oficiales se van al suelo.
Los Estados, asfixiados, recurren a las herramientas básicas: imprimir billetes y emitir deuda pública. Al mismo tiempo las recaudaciones bajan y los gastos suben. Se han metido en la boca del lobo, proclamando que es el mal menor.
Desciende la polvareda y se empieza a ver más claro: los receptores “finales” de las inmensas ayudas son, ahora, los únicos que están oxigenados, en el futuro podrían acaparar muchos activos a precios de saldo.
Se hace evidente que sobra papel moneda y deuda pública. Demasiada oferta. El dólar empieza a ser cuestionado, las calificaciones de la deuda también. No hay moneda refugio, no hay deuda refugio, sólo queda el oro, pero su precio parece muy elevado.
Asoman ligeros rayos de sol, algunos ratios mejoran, las Bolsas rebotan más del 40 por cien de una tacada, pero la cotización del oro no se despeina ni un dólar. Bolsas con descuentos del 60 por cien no consiguen tentar al dinero que se atrinchera en el metal amarillo y que acumula una revalorización del 350 por cien .. ¿por qué?
En este punto nos encontramos.... ¿y después ?
¿Seguirán los mercados escalando posiciones cuando la mayoría de los agentes económicos no piensan en otra cosa que en saldar deudas o encontrar la financiación básica para sus actividades? ¿de dónde saldría el dinero necesario?
- ¿Cabría la posibilidad de que la deuda pública pasase por serios apuros?
- ¿podría el papel moneda depreciase en todo el globo?
- ¿Y si el dinero huyese de cuanto está respaldado por la confianza y sólo demandase bienes tangibles?
- ¿Qué pasaría entonces con el poder adquisitivo?
- ¿qué opciones tendrían unos ciudadanos endeudados, con menguados salarios reales y más impuestos?
- ¿y unas empresas con dificultades de financiación y menores ventas?
- ¿y unos Estados sin capacidad para ofrecer estímulos adicionales y con problemas para atender sus compromisos?
Si este escenario se materializase, “curiosamente”, aquellos que provocaron esta situación manejarían la mayor parte de las fichas disponibles sobre la mesa. Nunca como entonces serían los amos del juego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario