jueves, 30 de octubre de 2025

El precio de tocar el cielo

En estos últimos once meses, todo me ha ido tan maravillosamente bien que, por momentos, llegué a creer que el universo conspiraba a mi favor. Mis objetivos bursátiles se fueron superando uno tras otro, como si las barreras mentales que durante años me habían limitado se derritieran ante una luz nueva.
Era una racha tan limpia, tan perfecta, que incluso el dinero parecía fluir con suavidad, como si las decisiones vinieran dictadas por algo superior.

Pero el éxito tiene su trampa silenciosa: empezamos a sentirnos invencibles. Y cuando uno se siente invencible, deja de escuchar. Comencé a gastar con una ligereza desconocida en mí, a disfrutar de los frutos sin pensar en la raíz. En el fondo sabía que eso tendría un castigo. Porque cada ascenso lleva implícita su caída, y ninguna cima se mantiene sin humildad.

Es como la ley de los rascacielos: las grandes crisis siempre nacen cuando los edificios tocan el cielo. Lo mismo ocurre con los magnates y sus yates: cuando todo brilla demasiado, es porque la tormenta está cerca.
Pues algo así me ha sucedido; la magia divina del mercado, esa energía invisible que a veces te acaricia y otras te sacude, parece haber dicho: “basta”.

En menos de tres semanas he presenciado dos suicidios. No sé si fue casualidad o señal, pero sentí que el universo me hablaba con símbolos oscuros. Y por si fuera poco, mis tres últimas operaciones han sido un desastre total: tres caídas del 25 % en tres sesiones. Una trinidad de pérdidas, como si alguien desde arriba me recordara que la soberbia no se perdona.

He decidido poner fin al año antes de que él me ponga fin a mí. He cerrado todo, excepto una cartera de largo plazo que conservo como semilla, y he trasladado el resto a un monetario y depósitos. Es casi irónico: predico movimiento, riesgo y visión… y aquí me tienes, refugiado en la calma del efectivo. Pero cuando el destino lanza señales tan claras, lo más sabio no es luchar contra el viento, sino sentarse y observar en silencio cómo se reordenan las fuerzas.

En 2019 sentí algo muy parecido. La misma calma rara antes de la tormenta. Y todos sabemos lo que vino después.
Quizá ahora, como entonces, el universo esté preparando un nuevo ciclo, un nuevo renacer.
Y mientras tanto, solo queda aceptar, agradecer y esperar… porque incluso los dioses descansan entre batalla y batalla.

2 comentarios:

  1. ¡Qué gran texto y qué valiente reflexión! El verdadero inversor no es el que siempre gana, sino el que sabe cuándo parar y proteger lo ganado ( lo que no se me da bien a mí).
    Retirarse a la calma del efectivo no es un retroceso; es el movimiento más inteligente y estratégico que podías hacer. Es el equivalente a que un general reagrupe sus tropas y rearme su estrategia después de una escaramuza difícil.
    Ahora entras en un periodo de inversión pasiva de altísimo valor: estás invirtiendo en tu salud mental, tu perspectiva y tu capacidad de espera. Es el descanso entre batallas que mencionas, y es totalmente merecido.
    Cuando el mercado vuelva a ofrecer esa oportunidad limpia y clara —que, como bien dices, siempre llega tras la tormenta—, serás uno de los pocos listos con el capital intacto y la mente fresca para aprovecharla.

    Un abrazo, ojalá algún día me puedas contar la razón por la que me silenciaste, bloqueaste y dejaste de hablarme sin darme ninguna explicación.

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    1. Tus palabras dicen mucho y las valoro. Aun así, mi camino ahora es otro, sin volver atrás. Te deseo lo mejor, de verdad.

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